Aumentan los incendios forestales del Antropoceno

La acción humana los ha propiciado y la acción humana ha de controlarlos en la medida de lo posible.

Los voraces incendios forestales especialmente destructivos, también conocidos como “superincendios” o “incendios imposibles de extinguir” crecen en frecuencia e intensidad por todo el planeta. Forman parte una la larga lista: la lista de los dramáticos efectos del cambio climático. El calentamiento global, con un incremento incesante de las temperaturas medias debido a causas humanas y el descenso de la pluviometría en muchas zonas de clima cálido, sigue imparable. El calentamiento global es, digámoslo así, la desdichada estrella de los fenómenos antropocénicos. Pero hay muchos más. Como consecuencia directa de la alteración del clima, tenemos más y más potentes huracanes, inundaciones, sequías, etc. Es evidente que con el aumento de las temperaturas los incendios encuentran facilidades para producirse y, sobre todo, para extenderse sin control, con la consiguiente destrucción de vidas humanas, seres vivos, hábitats, viviendas e infraestructuras. Los superincendios pueden durar semanas o meses y calcinar muchos miles de hectáreas ante la mirada impotente de los responsables de extinguirlos, de las personas directamente afectadas por el fuego y de la población en general.

En España, entre unos incendios y otros, este año ya se sobrepasan los peores registros disponibles. El verano de 2022 va a ser el peor en décadas.

Buena parte de los incendios son producidos voluntaria o involuntariamente por los seres humanos. A menudo con intenciones criminales, otras, por negligencia o por la dinámica demográfica que conlleva el abandono de las prácticas de cuidado del bosque y del entorno rural. También es innegable que está en nuestra mano tomar las medidas necesarias para intentar limitarlos en número, en extensión y en intensidad. Dado que estamos interfiriendo inevitablemente en los procesos naturales, hagámoslo al menos con sabiduría. Entre otras cosas, atendiendo a la experiencia de las personas residentes en los medios rurales, incentivando las labores en los bosques que dificulten la propagación del fuego, endureciendo las sanciones, sensibilizando sin demagogia; deliberando, planificando y actuando, en fin, contra el riesgo a lo largo de todo el año, y no solo cuando ya es demasiado tarde.

El Antropoceno puede ofrecernos su peor cara o bien una más amable. Si los seres humanos somos responsables de muchos fenómenos antropocénicos negativos, no es menos cierto que podemos responsabilizarnos de dar lugar a otros fenómenos más benévolos.

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