Muchas personas tienen la impresión de que las tecnologías digitales constituyen un salto significativo hacia la sostenibilidad ambiental, al ahorrar muchos recursos. Por poner un ejemplo sencillo: prácticamente todas las cartas de papel han sido sustituidas por correos electrónicos o por otro tipo de notificaciones digitales. Sin embargo, la supuesta “desmaterialización” de la economía esconde aspectos controvertidos. No pensamos por lo general que la nube, ese etéreo mundo de información, requiere muchísimas infraestructuras materiales (servidores, cableado, instalaciones) y consume vastas cantidades de energía.Como recuerdan los autores de un artículo sobre la creciente huella de carbono de internet, los costes ambientales de la adopción de nuevas tecnologías y hábitos a menudo se reconocen demasiado tarde, normalmente cuando es muy difícil cambiar las tecnologías y normas de comportamiento ya extendidas. La sociedad se dirige, a veces a trompicones, hacia un mundo digital carente de regulación o mal regulado. Se requiere una conciencia ambiental en ciudadanos, empresarios y responsables públicos para que la transición acelerada por la cuarta revolución industrial y la crisis global provocada por la pandemia se lleve a cabo de manera ordenada. El nuevo estilo de vida digital puede tener importantes beneficios medioambientales, como la reducción de las emisiones de CO2 relacionadas con los viajes. Sin embargo, el aumento del uso de Internet tiene algunos impactos ambientales ocultos que hay que desvelar para que la transición a una economía verde y baja en carbono tenga posibilidades de llevarse a cabo.

El consumo de electricidad de los centros de datos representa el 1% de la demanda energética mundial, superior al consumo energético consumo energético de muchos países. Cuando llevamos a cabo una videoconferencia, y más en alta resolución definición, la huella de carbono se dispara. A medida que crece el almacenamiento y la transmisión de datos, aumenta dicha huella: mediante la navegación por Internet, los juegos en línea, la transmisión de vídeo a través de plataformas de ocio digital, las reuniones de trabajo, etc. Según los investigadores, una reunión por Internet sólo de voz tiene un impacto ambiental un 96% menor que una videoconferencia. Así que cuando usemos internet, pensemos en el coste material de nuestras actividades, y no solo en la comodidad digital.

Imagen:  Gerd Altmann en Pixabay

Referencia citada: Obringer R. et al. «The overlooked environmental footprint of increasing Internet use«. Resources, Conservation & Recycling,  2021.