Catastrofistas

del

Antropoceno

(«misantropocénicos»)

Existen discrepancias tanto en los datos que se manejan de la coyuntura ecosocial como acerca de las conclusiones que cabe extraer de cara al futuro. Así, es posible identificar con rapidez dos posiciones antagónicas, a la par que una amplia variedad de posiciones intermedias. En un extremo están los que cabría denominar “catastrofistas del Antropoceno”. En el opuesto, los “antropocenistas”.  Los primeros, como es evidente por la denominación elegida, ven en el Antropoceno un nombre idóneo para abarcar un sinfín de gravísimos problemas. Por analogía con “misántropo” (aquellos que siente animadversión por la humanidad), podríamos denominarlos también, con cierto humor, “misantropocénicos” (o “misantropocenistas”: aquellas personas que siente animadversión por todo lo relativo al Antropoceno[1]). Muchos de estos autores desde contemplan la situación actual y probablemente futura como una de honda crisis ecosocial. Y los hay que dan un paso más y auguran una catástrofe civilizatoria, cuando no directamente el apocalipsis, el fin del mundo –al menos, el de los seres humanos–. Las razones para sostener dichos vaticinios irían desde la incapacidad humana para concebir y resolver problemas tan complejos como son los de nuestra relación con los procesos naturales globales hasta el proceder del “capitalismo fósil”[2]. Aunque el capitalismo vaya dejando de lado paulatinamente una economía basada en los combustibles fósiles y apueste por cierta búsqueda de la eficiencia energética, hay quienes piensan que la dinámica de acumulación voraz y depredadora que le caracterizaría lo enfrenta directamente al equilibrio del clima y en general a los límites ecológicos[3]. En este campo, hay autores –ya se inspiren o no en la tradición ecosocialista– que creen que el término “Antropoceno” es injusto, al abarcar ese “anthropos” (“hombre”) a todos los seres humanos, con independencia de la distinta responsabilidad que quepa atribuirles en el estado de cosas al que se ha llegado y del muy distinto grado en el que sufran las consecuencias[4].

Resulta bastante irónico que se hable de la “época del hombre” justamente cuando asistimos al declive de la época del humanismo. Se escucha con sospecha una narración donde los humanos vuelven a adoptar una posición preeminente que en apariencia estaban comenzando a perder. Se trataría de una arrogancia que no casa con los tiempos que corren y que persiste en la anacrónica reivindicación de un ser humano que tiene motivos más que sobrados para no sentirse satisfecho consigo mismo. Si se mira bien, ese “hombre” podría incluso ser el mismo defensor del patriarcado, de la explotación de los otros dentro y fuera de las fronteras de sus respectivos países, de la discriminación y del maltrato hacia las minorías, los no heterosexuales y las mujeres contra el que tantos movimientos intelectuales y reivindicativos han estado luchando durante décadas.  Hay ya un “feminismo del Antropoceno” (Anthropocene feminism) que se ha propuesto en parte como una provocación, en parte como una manera de explorar la nueva situación planteada. En él encontramos la crítica hacia un discurso basado en la autoridad masculina de la ciencia, pero también cierto margen para la reivindicación de una genealogía feminista que se ha ido adelantando a la manera antropocénica de plantear las relaciones entre humanos, no humanos, tecnología y naturaleza[5].

Hay quienes proponen sustituir el término “Antropoceno” por el de “Capitaloceno”, es decir, la época del capital, debido a que ello reflejaría mejor los orígenes y naturaleza del escenario actual[6]. Aunque es frecuente mezclar las alusiones al Antropoceno con la crisis producida por el régimen capitalista, no todos se muestran de acuerdo con lo pertinente de esa asimilación sin ciertas matizaciones ulteriores. Dipesh Chakrabarty, historiador bengalí con interesantes aportaciones al debate sobre el Antropoceno, constata que la discusión sobre el cambio climático está conformada por las categorías que fueron desarrolladas para comprender el capitalismo y la globalización a partir de los años 80 del pasado siglo. Sin embargo, el cambio climático no es sino una de las manifestaciones del impacto acelerado de la humanidad sobre el sistema planetario. Para Chakrabarty, el Antropoceno, que simboliza dicho impacto generalizado, exhibe una dinámica que solo parcialmente se solapa con la de la globalización capitalista[7]. Las críticas al incremento de las desigualdades entre ricos y pobres en el orden mundial capitalista siguen vigentes en el Antropoceno –probablemente dichas desigualdades pueden estar acentuándose debido a éste. Ahora bien, la crisis del Antropoceno puede perdurar en el tiempo muchísimo más que el capitalismo. Cuando éste haya desaparecido o cuando menos haya experimentado una multitud de mutaciones históricas, los efectos del cambio climático, así como otros impactos antropogénicos, todavía estarán enteramente presentes. Se requiere en consecuencia pensar la historia de una manera más amplia: quizás más en términos de especie y no tanto –o no solo– como individuos que padecen las consecuencias negativas del sistema económico capitalista. (A lo largo del libro nos toparemos en más de una ocasión con este dilema.)

Entre quienes muestran una actitud derrotista respecto a lo que nos depara el Antropoceno se sitúan los que piensan que, sea de quien sea la responsabilidad última por lo sucedido, ya es demasiado tarde. Por ejemplo, en un libro que lleva el contundente título de Aprendiendo a morir en el Antropoceno, Roy Scranton da por inevitable el fin de la actual civilización y argumenta elocuentemente que la cuestión que queda por dilucidar es cuándo y hasta qué grado la humanidad va a sufrir los efectos negativos de nuestras acciones pasadas y presentes[8]. Para Scranton, se requiere un nuevo humanismo, con nuevas ideas, pero también con nuevos mitos, que pueda enfrentarse con ciertas expectativas de éxito a la cultura del “capitalismo basado en el carbón”.

Notas

 

[1] Para esta terminología me inspiro en el texto “#MISANTHROPOCENE: 24 Theses” de Joshua Clover y Juliana Spahr, incluido en Heather Davis y Etienne Turpin, eds., Art in the Anthropocene, pp. 379-384.

Otra propuesta es la de Carol Linnitt. Para ella, el misantropoceno constataría un fenómeno social caracterizado por la misantropía cultural, incluido el deseo de la desaparición de la humanidad, como se refleja en todas las obras literarias, cinematográficas, etc., de corte catastrofista. (http://www.themisanthropocene.com)

[2] Andreas Malm, Fossil Capital: The Rise of Steam Power and the Roots of Global Warming, Verso, Londres y Nueva York, 2016; o Ian Angus, Facing the Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System, Monthly Review Press, Nueva York, 2016.

[3] Naomi Klein, Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima, Paidós, Madrid, 2015.

[4] Véase, entre otros, Andreas Malm y Alf Hornborg, “The geology of mankind? A critique of the Anthropocene narrative”, The Anthropocene Review 1(1), 2014, pp. 62-69.

[5] Richard Grusin, ed., Anthropocene Feminism, University of Minnesota Press, Minneapolis, 2017.

[6] Véase Donna Haraway, “Antropoceno, Capitaloceno, Plantacionoceno, Chthuluceno: generando relaciones de parentesco”, Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales, año III, vol. 1, junio 2016 (ed. orig. 2015), pp. 15-26; Jason W. Moore, ed., Anthropocene or Capitalocene? Nature, History, and the Crisis of Capitalism, PM Press, Oakland, 2016.

[7] Véanse, entre otras obras suyas, “The Climate of History: Four Theses”; o “The Politics of Climate Change is More Than the Politics of Capitalism”, Theory, Culture, and Society, 34(2–3), 2017, pp. 25–37.

[8] Roy Scranton, Learning to Die in the Anthropocene: Reflections on the End of Civilization, City Lights Books, San Francisco, 2015.