Se estima que en 2050 la población humana habrá alcanzado la cifra de los 10.000 millones de personas. Aun así, según un estudio reciente, esa población podría vivir “decentemente” a la vez que se reduce el consumo total de energía en alrededor de un 60% en relación al consumo actual. En otras palabras, a pesar de que la población será tres veces mayor que en los años sesenta del siglo pasado, el consumo energético podría ser similar en el 2050 al de entonces. Una persona del Paleolítico consumía unos 5 gigajulios, un campesino en 1850, 20 gigajulios, mientras que en la actualidad son 80 gigajulios per cápita. La persona promedio de hoy en día utiliza cuatro veces más energía que una persona que vivía al comienzo de la Revolución Industrial y 16 veces más que una persona del Paleolítico. Por si esto fuera poco, como somos muchos más, usamos colectivamente 600.000 veces más energía que nuestros antepasados del Paleolítico.
Cada vez más estudios científicos y técnicos buscan estrategias que permitan separar la satisfacción de las necesidades humanas y la consecución del bienestar de todas las personas, por un lado, de una dinámica insostenible de gestión de los recursos, por otro. Con todo, hay que ser cuidadosos, ya que solo con las mejoras en la eficiencia no vamos a resolver la profunda crisis ecosocial que atravesamos. Se requieren cambios más profundos en el modelo socio-económico, la coordinación política global y una serie de acciones que no parece que estén a la vuelta de la esquina. Los autores de este estudio no lo fían todo a las mejoras tecnológicas. Están convencidos de que, para evitar un colapso ecológico catastrófico, drásticas transformaciones sociales deben producirse en todos los niveles. Desde la perspectiva del consumo energético, su trabajo sugiere que cumplir con esos desafíos no excluye, en teoría, ofrecer unos niveles de vida decentes para una población de unos 10.000 millones de personas. Qué se entienda por una vida decente en parte es algo subjetivo. Pero el mensaje que se quiere transmitir es que no haría falta “volver a las cavernas”. Y si se volviera, afirman irónicamente, sería con las siguientes condiciones: con instalaciones muy eficientes para cocinar, almacenar alimentos y lavar la ropa; iluminación de bajo consumo; 50 litros de agua limpia suministrados por día y por persona, con 15 litros de agua caliente para un baño confortable. Además, se mantendría una temperatura ambiente de alrededor de 20 °C durante todo el año, independientemente de las condiciones ambientales externas. Se dispondría de un ordenador con acceso a internet, existirían amplias redes de transporte público para una movilidad por persona y año de entre 5.000 y 15.000 kilómetros. Por último, también habría educación pública al menos hasta los 19 años y asistencia sanitaria universal.
Así pues, estas condiciones materiales no supondrían un enorme sacrificio para la parte de la población mundial actual que vive con un consumo energético alto, por no decir exagerado y despilfarrador, mientras que supondría una mejora indudable para los muchos millones de personas pobres que malviven en el planeta y un escenario aceptable para los que se vean expuestos a la pobreza en el futuro.
Referencia citada: Millward-Hopkins J. et al. “Providing decent living with minimum energy: A global scenario.” Global Environmental Change, vol. 65, noviembre 2020.