(Fuente: Euroclima+)
La Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, abreviadamente, “Cumbre del clima” o COP 25, que se ha celebrado en Madrid del 2 al 13 de diciembre, arroja un resultado desigual, por no decir frustrante. Es un sentimiento al que ya, con raras excepciones, estamos acostumbrados cuando se trata de este tipo de eventos.
¿Qué hemos presenciado? Acuerdos in extremis escasos y poco ambiciosos, combinados con una generosa dosis de “circo mediático”; también una poderosa campaña de marketing por parte de empresas que se cuentan entre las tradicionalmente más contaminantes y que han intentado lavar su imagen. Al parecer, prácticamente de la noche al día se están “volviendo verdes”. Un aspecto positivo que cabría destacar: el bombardeo de preocupantes noticias sobre el cambio climático, donde se mezcla un batiburrillo de problemas ecosociales a menudo sin el debido rigor, ha servido al menos para continuar concienciando a la opinión pública internacional, debido a la amplísima cobertura que la conferencia ha recibido. De hecho, en España, según encuestas recientes, es ya muy mayoritario entre la población el convencimiento de la gravedad de la situación socio-ambiental global (de todo lo que se está agrupando bajo el paraguas de la “emergencia climática”). La bandera del ecologismo está dejando de ser, por fortuna, una manera típica de identificar –o de identificarse entre sí– a un subconjunto de ciudadanos de izquierda, para convertirse en una preocupación que trasciende cada vez más las ideologías políticas. Ello no obsta para que los “negacionistas” sigan encontrándose, casi siempre, en posiciones conservadoras.
Figuras como la de Greta Thunberg o movimientos como Extinction Rebellion, entre muchos otros activistas y grupos ecologistas que, no lo olvidemos, pueden llevar años y hasta décadas alertando de la crisis ambiental, ayudan a la movilización de masas de ciudadanos, especialmente jóvenes, que hasta hace poco parecían desmotivados, incluso apáticos. El mensaje es para todos y debe ser compartido por todos: pasó el tiempo de las declaraciones de buenas intenciones. Que “es tiempo de actuar” no sea un mero eslogan oportunista, olvidado tras el cierre de la cumbre. ¡Actúen (actuemos) ya!