La imagen muestra una variedad de desechos en forma de esférulas de vidrio, filamentos y otras partículas fundidas compuestas. La imagen se encuentra en un artículo escrito por Mario Wanner y sus colegas, publicado en mayo en la revista Anthropocene. Cuando Hiroshima se “volatilizó” a consecuencia del artefacto nuclear lanzado sobre ella el 6 de agosto de 1945. ¿A dónde fueron a parar los materiales de construcción tras la detonación nuclear? Ahora lo sabemos: los edificios pulverizados, junto con el resto de estructuras humanas, se convirtieron en “arena de playa”, o para ser más precisos, numerosas partículas de vidrio y de otros materiales, de tamaño milimétrico, se depositaron en una península cercana a la ciudad (la Península de Motoujina, en la Bahí de Hiroshima). Los científicos han dado con ellas. Se produjeron debido a las altísimas temperaturas alcanzadas, superiores a los 1800 grados centígrados. Este tipo de residuos fundidos –señalan los autores– generalmente se producen por eventos catastróficos de alta energía, como un cuerpo extraterrestre impactando la tierra o una explosión nuclear. Este estudio es el primer registro y descripción que se publica sobre las consecuencias de la destrucción de un entorno urbano por el bombardeo atómico. Es otra señal, en este caso trágica y vergonzosa, del Antropoceno. Tiene sentido que numerosos expertos se decanten por fijar oficialmente el inicio de esta época geológica en los años que van desde las primeras detonaciones nucleares y el depósito de los isótopos radiactivos en la superficie terrestre.

Referencia citada:

Wannier, Mario MA, et al. «Fallout melt debris and aerodynamically-shaped glasses in beach sands of Hiroshima Bay, Japan.» Anthropocene 25 (2019): 100196.